Vampire es una película de
contrastes. Tiene una estética digital aparentemente descuidada y,
sin embargo, una poesía visual muy delicada. Habla de hechos
terribles, pero entre ellos emerge el amor. El uso de la sangre puede
ser repulsivo y al mismo tiempo hipnótico, lírico. El horror deja
paso al humor casi al instante, aunque esto no siempre le siente
demasiado bien.
Por encima de crímenes y vampirismo,
este nuevo trabajo de Shunji Iwai vuelve a hablar de unos
jóvenes a la deriva, y nuevamente, prestando mucha atención a esa
dualidad entre identidad física y virtual (la carne nueva que diría
Cronenberg). A partir de aquí muestra los vicios y las obsesiones de
su protagonista sin juzgarle, consiguendo que el trato que plantea
con la última suicida sea casi una declaración de amor, otro amor
bien distinto.
Sobran quizá las subtramas, la madre y
sus globos, la hermana del policía... aunque cumplen la función de
mostrar su vida tradicional, una novia "normal" que no cubre para
nada sus necesidades; resta interés a la película, siendo un punto
débil.
Una manera de mostrarnos sentimientos
universales a través de unas premisas insospechadas, una historia de
obsesiones, y de falta de sincronía con la sociedad. Jóvenes que se refugian en Internet como los vampiros huyen de la luz del día. Inadaptados.