Crítica de la película Glory to the filmmaker! por Romulo

Lean el título de esta precrítica. Sí. Pestañeen, lean de nuevo y reflexionen. Y entenderán lo que es esta película.

Es increíble descubrir cómo hasta el realizador más sobrio (recordemos la violencia seca de Violent cop y de aquella sequísima etapa en la filmografía de Takeshi Kitano) puede dejarse llevar por el apetecible camino de la oda a sí mismo. Kitano se ha hinchado, su ego es a día de hoy descomunal y difícilmente puede encontrar ya espacio en sus habituales narraciones de yakuzas y rostros pétreos.

En Kantoku Banzai!, pues, sólo cabe una cosa: Él mismo. La película solamente puede tratar de una cosa: de él mismo. Y la única visión permitida es la suya. Faltaría más.

Que Kitano dirija, escriba, protagonice... no es nada nuevo. Viene de lejos. Pero lo que de aquellas era una efigie casi inexpresiva, con un caminar casi cómico, que le valió el apodo de Buster Kitano, es ahora una descomunal silueta engreída: Kitano es Kitano, en esta película, convertido en un monstruo de 50 metros cuadrados de ego y desprecio por todo criterio ajeno.

De algún modo, más de uno podría acusar a Kitano de ser el enésimo realizador en incorporarse a eso que damos en llamar metacine. Para nada. Estamos ante el autorretrato del engreimiento y la autoconfianza más excesivos. En cierto modo entronca con carácteres insultantes como el de Lars Von Trier (también en cartelera, con Anticristo), pero de Von Trier diría que tiene la extraña capacidad de proyectar de manera fría, sibilina y calculada su propia autoseguridad. Kitano se ha crecido. Esto es una simple respuesta impulsiva.

La maquinaria ha explotado y vamos a ver fuegos artificiales de todos los colores, una traca demencial. Hay que ponerse a resguardo, ver cómo se enfría y rezar por lo que pueda pasar con este hombre de aquí a corto plazo. Que puede ser cualquier cosa. Una nueva e interesante etapa o la cuesta abajo definitiva del amigo Beat Takeshi.