Crítica de la película La bruja por Iñaki Ortiz

La aterradora naturaleza


5/5
25/05/2016

Crítica de La bruja
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película

Lo natural y lo artificial. Seguramente habéis oído que lo bueno es lo primero y lo malo es lo segundo, pero os voy a dar una primicia: es al revés. Lo artificial es tu casa, con calefacción y bien iluminada. La medicina, el súper, Internet. Lo natural es el hambre, el frío, la intemperie, la vulnerabilidad. Lo natural es la muerte. Hemos construido un mundo artificial, que se sostiene sobre un conjunto de reglas que nosotros mismos hemos creado y que nos protegen del mayor terror posible: la naturaleza.

La bruja comienza con la privación de la civilización. La familia protagonista es expulsada de la comunidad. No la echan del pueblo, la expulsan de la sociedad, en un paraje incivilizado, virgen. En cierto modo, son expulsados del paraíso y obligados a ganarse el pan con el sudor de su frente. Llevan consigo, doblemente, el pecado de Adán. Aunque pierden todo contacto con la sociedad, mantienen sus normas intactas. De hecho, se sugiere que sus problemas con el resto estaban relacionados con cierta rigidez moral. La familia, y en especial el patriarca, representan la máxima expresión de puritanismo religioso de la época. El caldo de cultivo ideal para la creación de brujas.

La religión y el bosque

Seguramente, el extremo de la construcción artificial es la religión. Un conjunto de normas arbitrarias basadas en unas premisas ficticias, que sin embargo, mantienen una coherencia perseverante. Mientras la construcción artificial de la ciudad y sus comodidades nos permiten alejarnos de los peligros físicos; la religión, o la moral, nos alejan de nuestros instintos naturales -para bien y para mal- y en definitiva, pretenden salvarnos del mal natural mayor: la muerte. La desdichada familia ve como ambos mundos se desmoronan. A las adversidades físicas (la cosecha, la caza, los animales) se suma un deterioro degenerativo de su moral. El conjunto de normas rígidas van derribándose siempre empujadas por una naturaleza tan implacable que deja al descubierto la ausencia de un dios. La muerte de un hijo mina el cariño de la madre. La escasez provoca la mentira en el recto padre. El hermano se va adentrando en la sexualidad empezando con un inocente juego con su hermana a la que toca las tetas.

Lo natural es, por tanto, el núcleo del terror. Lo natural como concepto, no como peligro físico (no hay un lobo en el bosque). El terror a dejarse llevar por sus instintos, para unos colonos calvinistas que vienen de una sofisticada y severa moralidad. La naturaleza que está en el interior de cada uno, no tanto en la oscuridad del bosque. Hemos visto otras veces esta idea de la naturaleza como terror. El ejemplo más cercano puede ser El bosque, de Shyamalan, por las cuestiones de sociedad puritana que tenía aquella también. El mismo director nos hizo temer un prado soleado en El incidente. Lars von Trier nos muestra también los horrores de la vida salvaje en Anticristo, que tiene también algunos paralelismos con esta en cuanto al uso de la religión y las composiciones arquetípicas.

Cucu!

La bruja, el primer largo de Robert Eggers, es una película de terror, está claro. Genera inquietud, tiene algún delicioso sobresalto, es macabra, es asfixiante. Pero también es, en gran medida, una película de época. Hay un especial cuidado en la ambientación, pero no se queda ahí. Hay un esfuerzo por entrar en el modo de pensar de la época. Cuando la familia es expulsada, la sensación de desamparo es total, porque entramos en ese tiempo oscuro en el que el territorio es inexplorado, hostil y las comunicaciones apenas tienen relevancia. La vida se nos muestra como verdaderamente difícil y austera. Vivimos ese siglo XVII en el nuevo mundo, esa vulnerabilidad. Vivimos su forma de pensar. Y, en definitiva, tememos a través de sus miedos. En esto, el autor es muy riguroso. Todos los temores que vemos y sentimos en la película provienen tal cual de la época. Es fácil reconocer referencias populares como Hansel y Gretel (por cierto, Eggers tiene una adaptación en forma de corto), cuando los dos hermanos están perdidos por el bosque y el chico termina encontrando una casa con una bruja. Como queda expresado al final, el guión se basa también en textos reales de la época, lo que nos sumerge aún más en ese mundo. La fisonomía y poderes de las brujas también son una referencia absolutamente anticuada, con el riesgo que eso supone para el espectador actual, pero que Eggers sabe resolver con elegancia visual, convirtiendo lo obsoleto en folclore, lo ridículo en arquetípico. La parte final del carnero es un ejemplo claro de como lo que podría haber sido motivo de risa, al estar ejecutado con tal precisión, es elegante, onírico y aterrador. Toda la fantasía es realista, pero no porque sea creíble -nada más lejos- sino porque es la verdadera fantasía de la época. La bruja es, por tanto, un viaje a los oscuros bosques de la Nueva Inglaterra del XVII, en ambientación, pero también en mentalidad.

El color es otro de los elementos que brillan por su ausencia. Los tonos son muy apagados, tanto, que casi quedan en el recuerdo como blanco y negro. Nos remiten a una época sin lujos, con poca iluminación y con una sobriedad en el vestir que refleja su modo de vivir. Precisamente, cuando el color hace su aparición es sobre todo en los momentos asociados a las brujas. Una factura muy cuidada y sugerente, con soluciones tan sobrias como inteligentes, que nos auguran una interesante carrera para este director.

De niña a mujer

Otro punto de vista interesante, y quizá más asumible por el espectador actual, es la identificación con la hija. Una joven que se está haciendo ya mujer, como se indica explícitamente, en un entorno de absoluta represión moral. La lucha entre sus instintos de libertad y la opresión religiosa. El enfrentamiento a la educación de los padres y su propio camino de mentalidad más abierta. Y aquí podemos pensar en cualquier asociación progresista de la bruja -principalmente la feminista. Si lo natural es la esencia del miedo aquí, también lo es lo artificial: el dogmatismo, el puritanismo, el fanatismo religioso.

Una película, en cualquier caso, con muchas lecturas.



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