Una cinta sublime. El galo François Ozon se pone la capa y nos brinda una sesión de magia cinematográfica en todo su ser. Bajo un disfraz de film comercial y con un reparto con nombres propios que la hace brillar aún más el verdadero talento de Dans la maison se encuentra en su director, que va generando un abanico de posibilidades, abriendo y cerrando espacios, compartiendo con el espectador y haciéndole participe del proceso de creación del mismo. Con su varita entra en el hogar de la eterna clase media y su monotona cotidianidad hasta que la agita y comienza para el espectador un juego terrible y entrometido en la casa de otros y de uno mismo. Una ofrenda obsequio con respeto a la madre del cine y de muchas de las artes: la literatura.
El director francés plantea el proceso de creación de una idea, sentimiento y conflicto desde la butaca del espectador, empujándonos a un universo del que renegamos pero que excitados entramos para verlo al menos por la mirilla. Un repaso por una abatida sociedad cínica, hipócrita y demagógica. Llamémosle francesa, llamémosle europea. Llamémosle mundial. Y debajo de su chistera saca un papel con un mensaje muy claro al futuro del séptimo arte y de la literatura. Una lección de buen saber hacer. Una apetitosa, sabrosa y completa sesión de cine verdadera apta para todo el que esté por la labor de hacer entre todos aún más universal el proceso de creación, de seguir mimando el arte y elevarlo a su estado máximo. Dentro de esta casa hemos encontrado un mensaje esperanzador. La capa de Ozon es tan mágica que puede que le valga una Concha de Oro.