Salvo su introducción y el cierre, ambientadas en el parque donde tiene lugar el conflicto infantil que da lugar al conflicto adulto que realmente ocupa la película, Polanski da lo que se espera pero todavía con más desdén, superioridad y la mayúscula jeta que de él se espera a estas alturas: Filma teatro, con un montaje dinámico y elecciones plenamente cinematográficos, pero a su vez sin querer 'airear' la obra original; sin saltarse la continuidad temporal (en una decisión acertada) e, incluso, sin hacer uso alguno de recursos puramente cinematográficos como hubiera podido ser, por ejemplo, el apoyo musical de Alexandre Desplat.
Efectivamente, la partitura de Desplat sólo está en Un dios salvaje para subrayar ese comienzo abierto, y el epílogo equivalente. Pero ojo, ese desdén, ese decir "pues sí, esto parte del teatro y no me asusta mostrarlo, no pienso disimularlo" que Polanski nos escupe arrogante no debe engañarnos, porque paralelamente el director polaco se muestra inteligentemente cinematográfico en otros aspectos que, aparentemente, no relucen. El citado montaje, tan dinámico en ocasiones, es un ejemplo. También el uso de los espejos, esa manera de añadir a la película la cuarta pared que el otro, como sabemos, no tiene. Aquí estamos dentro, Polanski se molesta muchísimo en conseguirlo, en girar, en reflejar.
Más allá de esto, el frenesí de los diálogos, las ácidas puyas, y las luchas de clase, las reprimendas morales, todo eso, está ahí. La excusa del conflicto infantil es eso, una simple excusa para enfrentar a dos parejas radicalmente distintas, o no tanto, de dos condiciones sociales diferentes pero, de nuevo, no tan diferentes, ambas más o menos acomodadas -una más que otra.
Lo importante es que los gags, las réplicas graciosas y los sucesivos clímax cómicos están perfectamente colocados y dosificados. Incluyendo esa despedida imposible, reiterada, esa especie de guiño a El ángel exterminador. Se ríe uno, y muy a gusto, a cuenta de los cuatro actores, con méritos idénticos: Entrar a discutir quién está mejor es tontería. Es cierto que Christoph Waltz está en un registro cínico más lineal, desde el primer minuto hasta el último, pero... es que está tan tan bien en ese papel... Foster, simplemente perfecta, y C. Reilly y Winslet más que hilarantes, enérgicos, muy presentes.
Un delicioso pero ácido divertimento que ocupará un lugar modesto en la filmografía de Polanski. Un disfrute.