Crítica de la película Cuando todo está perdido por Iñaki Ortiz

Seguro que ya habéis oído eso de que esta película es "Gravity en el mar". Tiene sentido, claro. Supervivencia extrema en un entorno hostil, luchar por la vida sin apenas nada a lo que aferrarse. Sin embargo, en tono e intención son bastante diferentes.

En Gravity se buscaba un continuo suspense que te mantenía pegado a la butaca. Cuando todo está perdido, como ya anticipa su título, es una película de desesperación. Un requisito clave del suspense es saber lo que va a pasar (o que va a pasar algo). En Gravity veíamos llegar la basura espacial, aquí no vemos llegar las olas. Directamente el barco vuelca, con una escena rodada desde dentro. No hay suspense, hay sorpresa. No hay apenas apuntes de tensión en la banda sonora, solo el peso de la fatalidad. Es la historia de un hombre aferrándose a la vida y siendo azotado por los elementos. Robert Redford, en una interpretación equilibrada y convincente, se mantiene relativamente calmado durante casi toda la película, es un hombre luchando por vivir ante las adversidades. Es la vida. La de cualquiera.

J.C. Chandor quiere ser tan sincero con este planteamiento que rechaza cualquier recurso mínimamente artificioso para potenciar la emoción. Su propuesta es terriblemente honesta. No hay introducción previa ni epílogo -igual que en Gravity- decide ceñirse al planteamiento: Un actor, un barco, más de hora y media de película. Sin flashbacks, sin ensoñaciones, nada más. Pero además, parece haberse impuesto el mandamiento de no utilizar en ningún momento el camino fácil. Un personaje calmado no ayuda a transmitir tensión. No explica demasiado las acciones que va a realizar. El personaje no habla solo nunca, lo cual sería perfectamente admisible en una situación de aislamiento y tensión como la que tiene; apenas suelta un par de tacos en alto. No hay conversaciones por radio. Como decía antes, no hay anticipación de los golpes, todo llega dado. Y en estos términos, Chandor plantea una lucha contra la fatalidad hasta el último aliento. Es una película de pura resistencia.

La honestidad se paga, claro. La película tiene algunos momentos que pueden permitirte desconectar. No ayuda mucho la banda sonora, que aparte del objetivo comentado antes, me resulta bastante deficiente, lo cual es especialmente grave en una película sin diálogos donde es la verdadera protagonista junto con los ruidos del mar. Aún así, una película con poso, segura de su propuesta, elegante y convincente.