Bueno, a estas alturas hacer esta precrítica no tiene misterio. Woody Allen de vacaciones en Roma. Tirará de clichés, de pasta rica, de mujeronas italianas, de italianos gritones y parlanchines... bueno, que ya podemos ir imaginando cómo nos presentará a Penélope Cruz, por ejemplo, o cómo nos presentará a Benigni, también ejemplo diáfano.
Hay algunos actores interesantes por ahí, Alec Baldwin, Eissenberg... Sí, los actores siguen encantados de participar en los proyectos de Allen. Su prestigio parece seguir ahí, intacto. Y nunca sabes cuándo vas a aterrizar en Midnight in Paris, es decir, en alguno de los trabajos recientes de cierto nivel, o en Vicky Cristina Barcelona y, en ese caso, a joderse toca.
Lo siento mucho pero la visita romana de Allen suena más bien a Vicky Cristina Barcelona. Suena a postal, a topicazo, a turisteo fácil. Woody sigue viviendo la vida, la dolce vita. Oye, está en esa edad, y ha trabajado mucho y bien en su carrera. Se lo ha ganado, eso desde luego. Pero si hablamos de las ganas que uno tiene de ver esta película, pues... son poquitas. Muy muy poquitas.