Probablemente, dentro de 40 años cuando miremos hacia atrás al 2005 quizá nos pase por la mente un pensamiento que se concrete en los siguientes términos: menudo año fue el del 2004.
Y es que, amén de las películas que sí que tuvieron una cierta presencia en los Óscars este año, hay otras películas de aspecto magistral que se quedaron pericilitadas por completo.
Un buen ejemplo de esta afirmación lo puede constitutir la película que paso a presentaros: el enésimo biopic del año de los biopics.
Bill Condon, su director y guionista, que consiguió olvidar sus duros comienzos con títulos como "Candyman 2", con su anterior trabajo, el aplaudidísmo "Dioses y monstruos", continúa indagando en el aspecto de la sexualidad del ser humano. Para ello nos presenta la vida de Alfred Kinsey, un auténtico revolucionario de la sexología. Poco más debe decirse del argumento de la película.
El peso de toda la película recayó sobre los fornidos hombros de Liam Neeson, otro de los olvidados por los Óscars, pero que sí que estuvo nominado a Mejor Actor Dramático en los pasados Globos de Oro. Para aquel que aún no conozca a este actor por su mero nombre les diré que es más conocido como Oskar Schindler en "La lista de Schindler" o como Qui-Gong-Jin en "La amenaza fantasma".
Junto a él tenemos a Laura Linney, nominada a Mejor Secundaria en los Óscars, que ha participado en películas tan estimables como "El Show de Truman" o la exquisita "Mistyc River".
Continúan el reparto de la película una serie de secundarios con nombre, aunque a veces dicho nombre esté asociado a fracasos y trastazos comerciales. Tenemos a Chris O'Donnel (Robin), a Peter Sarsgaard ("K-19"), a Timothy Hutton ("La ventana secreta", a John Lithgow ("Acción civil"), a Tim Curry ("Cluedo"), o a Julianne Nicholson ("Ally McBeal"). Los nombres no os sonarán, pero seguro que su cara sí que lo hará.
He, pues, aquí una película para disfrutar que llega, sin dudarlo, al calor del tío más dorado del mundo. Disfrutémosla todos.