Tocan las fechas de ponerse al día con los Óscars 2012, de ir preparando la temporada de premios y de saber quiénes están en la parrilla de salida. Y ha sido este ejercicio el que me ha llevado a esta película, la nueva película del reputado director Alexander Payne.
El señor Payne ya tuvo su idilio con los Óscars sobre todo con Entre copas, una película de corte independiente que arrasó allí por donde pasó pero que a mí me dejó un poco frio. He de decir que no la he vuelto a revisar, quizá algún día de estos deba abrirme una botellita de vino y hacerlo. También fue el responsable de A propósito de Schmidt, de Election y, de manera más reciente aunque ya ha llovido, firmó el capítulo de Paris je t'aime de la cartera, no sé si acordarán ustedes.
El caso es que con Payne al mando tenemos una idea bastante aproximada del tipo de película que estamos precriticando. Corte independiente con gran dirección de actores, con especial sensibilidad por lo humano y con muy poca pirotecnia. Esto no me causa demasiados problemas. Aquí el actor con el bombón de papel es George Clonney, decidido a ir a por su Óscar a mejor actor principal, tiene el de mejor secundario por Syriana. Será el intento que no le salió tan bien con Up in the air.
El resto del reparto apenas es conocido y se puede adelantar que Hawaii tiene un peso importante en la película y aquellos que hayan leído la novela homónima de Kaui Hart Hemmings lo sabrán perfectamente.
Sin embargo, a la vista de lo que Payne me ha mostrado, su película me va a resultar fría, con una trama corriente y moliente, con un Clooney que se sale pero con un conjunto que no me compensa, con esa etiqueta de independiente que, de tan repetida, ya es industria, con ese ansia por querer transcender hablando de las pequeñas cosas, Alexander Payne es el Piedrahita de la industria. No sé, me parece poco brillante.