En la primera película de Miranda
July, Tú y yo y todos los demás, había muchos elementos
que podrían sacarnos de quicio. Era pretenciosa, cursi, tenía una
descarada actitud arty y todo era extremadamente artificial. Sin
embargo, la directora conseguía darle la vuelta a todo ese lado
oscuro, con una deliciosa poesía, mucha guasa y un desarrollo con el
que no se perdía el interés.
En esta segunda película, todo esa
carga sigue ahí, maximizada si cabe por una historia contada en
clave ¿fantástica? Sin embargo, falta el otro lado de la balanza,
apenas hay algunos momentos realmente interesantes (quizá los
bailes, con especial mención del baile final), y la pareja
protagonista es tan odiosa que tampoco consigue mantener demasiado el
interés en su futuro, el futuro. La narración del gato, dentro de
su ñoñez son quizá los momentos más absorbentes, aunque tampoco
están demasiado aprovechados. Mientras en su primera película, las
piezas heterogéneas encajaban perfectamente, aquí tenemos muchos
elementos distintos que no terminan de formar un conjunto con valor.
Sea como fuere, la película apuesta
muy fuerte, eso hay que reconocerlo, tanto por su forma esotérica de
narrar, como por los temas que quiere abarcar. El carpe diem frente a
la planificación y las ilusiones. La idea de la vida juntos, cada
vez menos firme en las parejas actuales. El fracaso personal, la
resistencia a la pérdida. Dentro de esa serie de sandeces -vamos a
llamarlas por su nombre- que rodean a los protagonistas hay un fondo
de gran riqueza, lástima que no se ha conseguido contar con más
pericia.
Quizá haya una tercera oportunidad
para una directora que prometía mucho con su ópera prima. Veremos.