Me parece un trabajo bueno, que viaja de más a menos, con un niño que no transmite (supongo por esto no nos muestra primeros planos), un secundario que rompe la dinámica documentalista, y una conclusión oscura y poco segura. Todo cuanto rodea a Oliver parece evaporarse como si nada, tragando saliva ante las adversidades obligado por el cambio de escena, hasta llegar al punto de ruptura cuando pasa a ser un personaje secundario más guiado por los acompañantes, que marcan el ritmo de las conversaciones. Decicarle una escena final en la que se muestra cándido y vuelve a sufrir no me parece suficiente para hacernos llegar un personaje tan poderoso y fuerte como el niño en cuestión.
Supongo que el tono poca visceral de los malotes estará relacionado con el título de película familiar, pero no por ello hay que dejar de ser cruel ante una de las novelas más harapientas dentro del famoseo literato. Me habría gustado más carnaza y más Oliver.