La historia de Caín y Abel, como curiosidad añadida a la película multicultural pero alejada del cine, al menos utilizándolo para algo más paternal. Colomo es especialista en transmitir, aunque el cine suyo no sea de arte y ensayo, al menos sí que se transforma y no deja de sorprender.
Ese barrio de Lavapiés como símbolo de una generación nueva, con personas de siempre que se añaden a las necesidades de un mundo sin fronteras, es una excelente manera de alentar las conciencias aunque al final veamos imágenes y no tanto un cine de impresión y regocijo. Bienvenido sea.