¿Qué nos quiere contar Leos Carax con esta extraña obra? Uno ni siquiera necesita encontrar una
respuesta a esta pregunta porque desde que nos adentramos en ese cine
lleno de espectadores atentos, hasta la delirante última
conversación coral, nuestros sentidos son deleitados y nuestras
emociones y pensamientos puestos a prueba. Carax no da un segundo de
respiro, sorprende con una desbordante imaginación y un humor
surrealista para doblar la apuesta en la siguiente escena.
Visualmente brillante en cada plano, y especialmente vistosa en
algunos momentos como el del motion capture, con ese hipnótico juego
de luces que acaba en una extraña y poderosa expresión sexual.
Realmente divertida, no en vano retoma la historia de Merde, su
capítulo en la película Tokyo! añadiendo
una implacable crítica a la estética y a la superficialidad
-asombroso que Eva Mendes se haya prestado a
participar en determinadas escenas.
Aunque
la película está plagada de cinismo y humor negro, también hay
espacio para las emociones. Especialmente, la genial concesión al
musical con Kylie Minogue,
un homenaje a la película que hirió gravemente su carrera, Los
amantes del Pont Neuf. Una
relación intensa -que bien podría ser otra ficción más- que
destila todo el sufrimiento de la despedida y del amor imposible.
Holy Motors es una
película que principalmente se siente.
Pero,
aunque ya con su capacidad de sugerir y de emocionar sea suficiente
para hablar de ella como una de las mejores películas del año, sigo
preguntando, ¿qué nos quiere contar Leos Carax? Seguramente, no
sólo una cosa, y mucho menos algo cerrado, pero como en las grandes
obras, son muchos los conceptos que flotan en el aire. El más
evidente, el homenaje al cine, o al arte en general, a la pasión de
los artistas para ofrecer intensidad al espectador. Los franceses
están obsesionados con la pasión y con el cine, está claro. En
este sentido, recuerda por ejemplo a Rubber -otra locura francesa- donde el espectador es el tema de la película.
Hacer lo que sea, con tal de mantener la atención fija, entretener,
impactar, emocionar. Es lo que hace Carax mientras nos habla de la
importancia de hacerlo. Y claro, en su homenaje al cine, no faltan
los guiños. Para empezar, a su propia obra (repite escenarios y
personajes). Aunque principalmente a la filmografía de Georges
Franju. Podríamos enumerar muchos detalles, pero el principal
homenaje lo protagoniza la chofer, referenciando con su apariencia a
Los ojos sin rostro,
siendo precisamente la misma actriz, Edith
Scob.
Carax
nos habla de muchas más cosas. Del deseo de vivir varias vidas
diferentes al mismo tiempo. De la superficialidad -el spam en las
lápidas, el fotógrafo. De lo relativo que puede ser aquello que
consideramos el aspecto más real de nuestra vida -el retorno a casa.
Del amor y de la muerte. De la cruda realidad que le espera a esa
niña que no gusta a los chicos. De la huida a través de la pared de
nuestra rutina hacia la mentira del arte. De la búsqueda del yo. Y
de tantas otras cosas.
Por
supuesto, no se puede dejar de comentar el trabajo del
multiprotagonista, Denis
Levant, actor fetiche de
Carax, que se mueve como pez en el agua en cualquiera de los excesos
que le pide su director. Se merece todas las alabanzas por su
interpretación intensa, atinada, sorprendente.
En mi
opinión, Holy Motors es la película definitiva de Leos Carax, todo su universo
comprimido y destilado para ofrecer sólo la esencia en cada plano.
Una obra que te absorbe, que emociona, divierte y sobre todo,
fascina.