El Spielberg que arrancara con la magistral 'La lista de Schindler' regresa al fragor de la batalla con este 'Munich'. Es exactamente el mismo Spielberg; el cineasta eternamente comprometido con su condición religiosa.
Recordemos que 'La lista de Schindler' fue un proyecto largamente acariciado por Steven Spielberg, pero también una prueba de fuego que el responsable de 'Tiburón' nunca acababa por afrontar definitivamente. Por miedo. Por exceso de responsabilidad. Por temor a fallar a la memoria de su historia, la de sus antepasados y la suya propia. Llegó a pasarle el proyecto a su amigo Martin Scorsese en un arranque de pánico. Afortunadamente, Scorsese, que ya había pasado por un lance similar con 'La última tentación de Cristo', sabía que esa película era de Spielberg, tenía que ser contada por Spielberg, y era un vía crucis, una liberación, una redención (un concepto por otra parte profundamente scorsesiano) que Spielberg tenía que afrontar. Y así fue.
Todo esto que ahora recuerdo es vital para entender este nuevo acercamiento a la memoria reciente del pueblo judío. El episodio escogido por Spielberg es sobradamente conocido por la gran mayoría: el atentado terrorista que acabó con la vida de once de los deportistas que conformaban la delegación israelí en Munich 72. Qué los más despistados (definásmoslos así) no se asusten. No estoy adelantando nada, asustadizos. Ese será el punto de partida para Spielberg.
Y, además, es lo de menos. Lo de más es la complejidad extrema del episodio y de toda la historia que arrastra consigo. Complejidad moral, por supuesto. Y a bien seguro esta película nunca podrá satisfacer a todos. Por su naturaleza, unos la tacharán de cojear hacia aquí y otros hacia allá. Pero no estaría de más, ese es mi punto de vista, que Spielberg tuviera un buen par de cojones (como ya ha tenido en alguna que otra ocasión) e hiciera oír su voz, sea cual sea, nos guste o no; que no se asustara e intentara hablar en voz baja para no asustar a nadie.