La hora y el lugar están fijados, será para mí el pistoletazo de salida al Zinemaldi 2006, y es por eso que estaré muy presto y muy dispuesto, porque si es necesario empezar con buen pie la fase final de un Mundial de fútbol, más lo es un Festival de Cine.
El año pasado ya empecé con muy buen pie, con la soberbia "Nine lives", y éste me enfrento a uno de los títulos seguros. La nueva de Iñarritu, ya sabéis, el de "Amores perros" (que la vi cuando era Jurado Joven y me agradó, pero sin más, rendido a un exceso de metraje y a otro exceso de Tarantino), el de "21 gramos", sí, esa peli que no empieza y no acaba donde debe, en la que se salen Penn, Watts y Del Toro.
La que promete ser la última colaboración entre Iñarritu y Arriaga, un guionista que tampoco me termina de entrar cuando está solo, como en "Los tres entierros de Melquíades Estrada".
Llega "Babel", la nueva de Pitt, de Blanchett de García Bernal, apellidos que iluminan por sí solos una sala que no necesita invitar a la fiesta los fastos que le ha dedicado crítica y público en Cannes 2006.
Una alfombra rojo ante mis zapatos, que, sin embargo, sin temor pero con cautela descubrirán charcos bajo el tapiz bermellón.
No sé, ¡cómo definirlo! Lo que en "Amores perros" era energía juvenil, en "Babel" lo aceptaré como un buen caldo de reserva; lo que en "21 gramos" eran interpretaciones viscerales y brillantes, en "Babel" lo encontraré equilibrio moderado pero exento de garra; y al final me temo que me sentiré molesto por volver a ver una película que peca de exceso de metraje y de un final y un comienzo situados, no mal, sino más allá de lo prudente, allí donde duermen los pretenciosos.
Estoy deseando que esto empiece.