Si El viaje de Chihiro fue torturada con la incierta retahila de comentarios al respecto de su infantilismo, ya quisiéramos algunos que los niños fueran apabuyados con estas dosis de elegancia y filosofía, esta nueva entrega del director Miyazaki, seguro que más lustrosa que la anterior, con mayor intensidad "adulta" me resulta una de las citas inevitables de la cartelera.
Espero el toque sutil de personajes extraños entre sí y en sí mismos, con aparatosas situaciones que tienen reglas diferentes a lo habitual, un preciosista sistema de detalles en los paisajes y lugares, y un protagonista que embrujado al parecer tiene que soportar la carga de la responsabilidad, más allá de su bien, hacia los demás nuevos compañeros de aventura. Estas son sus premisas, y estoy seguro de que no defraudará.
Muchos minutos, además, sin falta de recursos, sin miedo a comprometer la historia, como siempre en el cine japonés de animación.