Jim Carrey no está nada mal, ya no es noticia, ya sabíamos que también era actor. El resto del reducido reparto no pasa de la corrección. La estética de los pasajes literarios es vistosa, no diré más que vistosa. Y básicamente con esto acabamos con los puntos buenos de una obra de lo más mediocre. Lástima, por primera vez y como muestra una vez más de que la estadística es inútil, Joel Schumacher encadena dos petardos.
Y la culpa en este caso es indudablemente del guionista, Fernley Phillips que ha debutado cubriéndose de gloria. El guión es básicamente malo, no sólo el argumento es sonrojante, además las situaciones cotidianas son de risa. Uno no se cree ninguno de los diálogos de la familia. Resulta chirriante escuchar lo que su mujer debe decirle en nombre del guionista, las continuas explicaciones que se ofrecen en boca de un hijo que no tiene demasiado sentido como tal.
La resolución final, que para colmo es altamente previsible no resiste el más mínimo análisis y decide dejar la responsabilidad de la mayoría de los cabos sueltos al destino. Una serie de explicaciones finales asombrosamente interminables acaban por matar de aburrimiento al espectador.
En definitiva, un despropósito que si al menos hubiera llegado hace quince años podría haber resultado original. Y no hay mucho más que decir. Al menos es mínimamente entretenida. Joel, ni una más.