Pasa mucho en directores que vienen del corto como es el caso de estos dos, Andrés León Becker y Javier Solar. Quizá cueste un tiempo habituarse a la nueva duración, no lo sé, el caso es que me sobra metraje por todas partes.
Una historia así tan sencillita, tan poca cosa, con tan poco que decir se salva difícilmente. Una manera de salvarla es tener talento para los diálogos, un León de Aranoa por ejemplo. Otra es tener imaginación o una belleza visual que compense. Podría haberse utilizado para representar con un poco más de garbo las impresiones de la niña. Pero no, en general todo es gris. Falta magia para salvar la película.
Me quedo con la misma sensación, aunque en menor medida, que con “Lo que sé de Lola”. Al espectador que ha visto un mínimo de cine más allá de Steven Seagal, ya no digo al cinéfilo obsesivo, no, al espectador medio le sobra que le cuenten lo que ya sabe de decenas de películas similares. Contando en media hora todo esto tendríamos un curioso cortometraje de una niña que termina jugándose la vida para abordar al vecino. Un final que no es pago suficiente por todo un largo de escenas sin garra, sin emoción.
Rutinaria y alargada. Aun así no quiero dejar una puerta abierta a la esperanza de dos directores al menos sobrios.