En tiempos de crisis es lo que toca.
Vas al super, y en vez de ese producto que sabes que está tan bueno,
coges el de al lado, considerablemente más barato y que se esfuerza
en imitar la apariencia del verdadero, pero que decididamente, no es
lo mismo. En cine también pasa, lo malo es que la entrada no es más
barata.
El cine coreano domina el thriller de
acción, lo exporta y es muy consciente de esa opción de mercado. El
hombre sin pasado se dedica a intentar repetir la fórmula, en
incluso la hace más aptas para el extranjero, rebajando una
violencia extrema con la que amaga en varias ocasiones pero que no
termina de llegar. Como los souvenirs para turistas que pasan por
ser típicos pero los hacen los chinos.
El ritmo es ágil sí, pero carente por
completo de intensidad. Frases forzadas que buscan epatar, pero que
resultan vacías o incluso tontas. Escenas de acción que basan toda
su energía en unas coreografías que nos conocemos de sobra. A nivel
de impacto de dirección, sólo se puede destacar el salto a través
del cristal, aunque el director lo intente con picados bajo la lluvia
queriendo ser Park Chan-wook. No lo es. Ni es Na Hong-jin en The
Yellow Sea con unas secuencias de acción impresionantes. Lo
intenta con sus cuchillos de cocina, sus choques de tráfico no
accidentales. Quiere tener un protagonista heredero del polar
francés, como en Vengeance de Johnnie To, pero simplemente es un mindundi de pocas
palabras. En denfinitiva, tiene todos los elementos necesarios y no
alcanza ninguno de sus objetivos, porque es una versión barata y sin
fuerza del thriller de acción coreano. Al menos no aburre del todo.
Mención aparte para los empalagosos
momentos de conexión con la cría y los ultratrillados flashbacks de
familia feliz y mujer embarazada.