Crítica de la película Rizhao chongqing por Hypnos

En cierta medida, cuando de cine chino hablamos, no es lo mismo tratar una película de Zhang Yimou, que utilizar el tag cineasta de la sexta generación.

Del primero tengamos quizá más referencias por haber realizado una serie de películas que cualquier cinéfilo occidental que se precie ha tenido que ver, como por ejemplo Sorgo Rojo, La linterna roja o, en la última década, Hero, que le ha llevado a un tipo de cine mucho más conformista, y, si se quiere, mucho más alineado con el Gobierno, tanto que fue el encargado de dirigir la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2008.

En cambio, la sexta generación es otra cosa bien distinta y que al cinéfilo occidental le queda un poco más lejos, ya que se circunscribe más bien a festivales. Encontrar películas de estos directores en los cines es poco menos que una quimera.

A modo de ejemplo, a la denominada sexta generación del cine chino pertenece Jia Zhangke (24 city), Lou Ye (Spring fever o Summer palace) o Zhang Yuan (Dada). Una generación más preocupada en un cine más directo y barato, que sus antecesores, que arranca su semilla con la matanza de Tiananmen.

Wang Xiaoshuai, director de esta película, participa por segunda vez en Cannes, tras el éxito logrado con Shanghai Dreams, con la que consiguió el Premio del Jurado; a ese film hay que añadir el éxito obtenido en la Berlinale con La bicicleta de Pekín, una película que, inevitablemente, remite al espectador a El ladrón de bicicletas. Este nuevo film pretende seguir la línea de ese neorrealismo, de poner sobre el tapete los problemas actuales de China y de, en definitiva, mostrar lo que las magníficas cifras macroeconómicas no dejan ver.

Una representante que puede conseguir mucho en el palmarés de este año en Cannes.