Había películas en este Festival que suponían riesgos más evidentes que otros, y había otras que me resultaban apuestas seguras y en las deposité mucho crédito. Éste es el caso de la aclamada cinta que paso a postcriticar.
Una vez más. Un arranque soberbio. La hija del héroe palestino que vuelve. Todo silencio y tensión. Después, la escena cómica en el garaje y la presentación de los personajes. Uno es callado y parece poca cosa, el otro es el que parece protegerlo. Hasta ahí la película me gusta, pero me tensa por lo que volverá a suceder.
Llega el momento de la venganza, de la Yihad, y sorprende la nula dramatización de la situación. Digo sorprende, y no digo que me disguste. Las escenas de cada uno en sus casas son notables. Y la película se enrevesa en un ataque de humor negro en las grabaciones de mártires. A partir de ahí, para mí, la película se desinfla y entra en un circuito trillado en el que el que parece más debil va ganando confianza hasta ser él el más valeroso, y el que parecía más fuerte se desinfla. Todo tratado con un punto de vista que no resulta muy realista.
Y, lo peor, el personaje de la hija del héroe palestino que vuelve con su discurso en una mano y los Derechos Humanos en la otra y la dialéctica. La película podía haber sido cine y haber obviado los discursos de una u otra parte. pero no ha podido evitarlo. Las 24 últimas horas de un terrorista podían haber sido contadas sin estas escenas y sin tener al personaje contándonos sus motivaciones en un zoom in.
La estética esta´lograda y la fotografía también. Pero, una vez más, me decepciono y encuentro veinte maneras mejor de ver en imágenes esta película.
No entiendo el ruido que ha despertado. Serán estos tiempos que corren...