El mito de la Guerra de Troya, y digo mito porque estamos hablando de cine, y lo que aquí debe primar es la visión de los versos de Homero; es tan rico y tand difícil de llevar a la pantalla, como lo podía ser El Universo Tolkien. Una de las mayores batallas que se hayan librado jamás sobre la faz de la tierra hasta nuestra época contemporánea; una lucha sin cuartel que duró decenas de años y donde ni los mismísimos dioses pudieron quedarse de brazos cruzados; frente a las murallas de Ilión, héroes, hombres y dioses combatían sin cesar en una contienda furibunda cuya llama fue excitada por un acto de amor, y la otra cara de la misma moneda, odio y venganza. Estos ingredientes plenamente cinematográficos no han sido utilizados en el mismo guiso hasta nuestros días.
¿Y quién ha sido el valiente? Wolfgang Petersen, un director, n muy reconocido, pero con una sólida e interesante carrera a sus espaldas. Un artesano de la industria. Porque, no nos equivoquemos, esto no es el señor de los Anillos, aquí no se necesita a alguien original que sacie la imaginación de millones de lectores quisquillosos; lo que se requiere en esta ocasión es a un buen artesano, uno de los de antaño, un Anthony Mann, que, ante todo, realice una obra sólida y entretenida desde el máximo de los respetos. Troya no será ninguna obra maestra en nuestros días, pero apuesto a que dentro de diez años será considerada como una gran película.
Otro tema arriesgado. La adaptación. Doy por sentado que la adaptación, por difícil, será mala y causará dolores a los puristas del original homérico; pero yo le doy un voto de confianza al seminovato en estas lides del libreto para cine, como es David Benioff (La última noche).
Se me antoja difícil que en la película den cabida a las deidades olímpicas; pero lo que sí que voy a echar de menos será un mayor metraje. Si los Wachowsky con nada que contar se tomaron tres películas, que intenten condensar, no sólo ya la "Ilíada", sino, a tenor de lo visto en el trailer, todas las leyendas Troyanas en una película, me parece una atrocidad.
Pero esta película bien se merece pagar la entrada en cualquier condición válida, porque para aquellos que han soñado desde pequeños con Aquiles, Héctor, Paris o Ulises, independientemente de los actores que los encarnen que, a priori, me parecen correctos (Brad Pitt, Eric Bana, Orlando Bloom y Sean Bean), este derroche de sobriedad, grandiosidad, efectos especiales y hollywood, será un deseo hecho realidad.