Es una auténtica pena, que títulos como este sean como una aguja en un pajar: Difíciles de encontrar a no ser que por casualidad te pinche en un pie. Tras pasearse por festivales como Sevilla o Estoril y haber cosechado premios en Cannes, Génova o Trieste, lo más seguro es que pase sin pena ni gloria por nuestras taquillas.
Escrita y dirigida por Andreas Dresen, un director alemán al cual tuvimos ocasión de disfrutar en nuestras salas con Verano en Berlín. Una comedia amarga que seguía demostrando el buen estado de forma del que goza el cine alemán en los últimos tiempos, que además de los títulos que ya comentaba en su precrítica mi compañero Hypnos, prueban otros como La vida de los otros o Goodbye Lenin. Si alguien pensaba que en ese país solo se hacia un cine frío y calculador, desde luego estaba muy equivocado.
El tema me parece una delicia. Los puentes de Madison ya demostró que la edad no pone límites a ciertas cosas, pero en este caso, creo que será más visceral. Si la pasión muchas veces es imposible definir con palabras, creo que este film puede ayudarnos a comprender su infinito poder.
Una historia inusual, no porque no pueda ocurrir, si no porque pocas veces no son menores de treinta años los que las protagonizan o bien gozan de cuerpos esculturales raros en la naturaleza. Perfecta para los que buscamos algo diferente y estamos ávidos de ver más allá de los estereotipos sociales.