Una comedia amable, pero que deja sabor a poco, a que podía haber estado mucho mejor, a que no ha sido explotada al cien por cien. Y esa sensación la dejan pequeños destellos de sarcasmo e inteligencia que Santiago Lorenzo deja entrever en alguna escena, pero que se evaporan rápidamente en una típica trama del perdedor al que las cosas aun le pueden ir peor. Aunque siempre es de agradecer que no haya que recurrir a tetas y culos para intentar hacernos reír.
Lo peor, que se hace muy lentita en algunos momentos, hasta el punto de casi desconectar totalmente. Espero que Lorenzo se atreva a arriesgarse un poco más como con su Mamá es boba la próxima vez y que refuerce ese toque de ironía que tiene tan especial. La idea era original, pero malograda.