Jia Zhang Ke es uno de esos directores chinos que pertenecen a la llamada sexta generación. Su posición no es tan condescendiente con el régimen chino como la puede ser la de sus predecesores (maravillosos los juegos olímpicos de Zhang Yiomu). Curiosamente, la censura china ha repercutido de manera muy directa en el estilo de estos nuevos directores, provocando que muchas películas tengan que ser rodadas bajo condiciones complicadas, a veces fuera de la ley, con dinero extranjero, obligando a rodajes baratos y rápidos. Por los efectos palpables de esta manera de hacer cine, se tiende a asemejar a esta corriente con el neorrealismo italiano.
El propio Jia Zhang Ke tuvo problemas con la censura al principio de su carrera, aunque gracias a su prestigio internacional actual (ganó el León de Oro en Venecia hace dos años por Naturaleza muerta, además de muchos otros premios y participaciones con sus películas en festivales), ahora es mejor tolerado por el gobierno, que aunque mantiene una actitud hostil hacia su cine, no lo veta.
Esa cercanía al neorrealismo de la que hablaba se hará evidente en el género mixto del film, a medio camino entre el documental y la ficción, con documentos reales y escenas de ficción. Algo que ya hemos visto en una película tan lejana a esta como Yo puta.
No será este un cine de entretenimiento sino de compromiso social, pero tampoco resultará tan frío como un documental. Confío en la capacidad de este director para conseguir algo muy superior al viejo neorrealismo que pueda ser visto hoy en día.
Un acierto del festival de cine de San Sebastián al exhibir esta película en su sección de especiales de Zabaltegi, cuando en anteriores ocasiones hemos visto otro cine chino mucho más sumiso, como puede ser el caso de Sunflower. Una variedad necesaria.
Veremos si vale la pena, más allá de su postura crítica.