El sentido común nos dice que Un prophète tiene que ser una película francesa de acción. Se acabó la poesía por un rato. Vamos a cambiar de ambiente completamente. Las pistolas, el crimen, la acción en definitiva frente a los clásicos cigarrillos y las botellas de vino. Aunque se pueden combinar las dos. Es Francia, todo vale. Frente a un resultado clásico, Un prophète se inclina más al viaje interior en primera persona pero con el ambiente más sucio de lo normal, donde todo vale. Más gris, un cine más negro.
El máximo responsable de este cambio respecto a la mayoría que vamos a ver en el Festival de San Sebastián se llama Jacques Audiard, quien en éste su quinto trabajo demuestra que sus inicios se convierten en trayectoria. La película fue premiada con el Gran Premio del Jurado en Cannes. En cierta manera, se ha premiado a la suciedad frente a la pureza cinematográfica.
Disfrutemos de más cine francés.