La presencia de Jodie Foster es un punto muy alto a favor de una película de pseudoacción que se narra en un avión y con niños. Basta con estos ingredientes para catalogar una película que se desnudará en a primera media hora para terminar espero digna hacia el final poco deslumbrante de cuantos finales pueden tener estos extraños experimentos consensuados.
Muchos minutos superfluos que sostentará Jodie en sus carnes, como ese cartel oficial con su rostro a modo de estandarte, no nos dejarán paso a demasiados ejercicios de suspense serio porque el guión no da para más, ahora sí, inmerso en la categoría de la película, podremos pasar gozosamente una hora más con cierto interés gracioso por la consecución.
La presencia de algunos segundones eternos como Sean Bean o Peter Sarsgaard pueden resultar desquiciantes o necesarios para seguir soportando recostados en la butaca. Muy justa.