En tierra hostil no tiene un hilo argumental demasiado marcado, se fundamenta más bien en un
concepto más cercano al documental: mostrar con detalle el trabajo de un grupo
de soldados de la división de artificieros en Irak. Aúnque se permite exceder
las dos horas y con alguna secuencia de menor interés, la película consigue
atrapar al espectador, y reconvertir la propuesta formal del documental en unas
emociones propias del thriller. La tensión contenida y dilatada de las misiones
sobrecoge, transmitiendo una sensación continua de vulnerabilidad, la misma que
desquicia a los soldados.
Kathryn Bigellow demuestra una inteligencia superior a la de anteriores trabajos, al trabajar la
estética documental, para conseguir una inmersión absoluta. Sabe manejar los
tiempos, sin apresurarse, dilatando la acción para tensar aún más el ambiente. Además consigue imágenes con muchísima fuerza,
y no sólo cuando carga el lirismo de las imágenes con partículas al vuelo y
demás efectismos, sino con planos como el picado con las bombas alrededor, o la
forma en la que rueda el traje de protección, como si fuera una película de
ciencia ficción. De lo real, el equipamiento militar, consigue generar un
efecto futurista (el traje, el robot y su cámara). De la ficción, la historia
que nos cuenta, consigue un efecto documental. Se puede decir que remata
algunas tencencias de la década. Si en Iron Man veíamos mezcladas la
representación realista de la guerra y la ciencia ficción más increíble, pero
de una manera yuxtapuesta, sin fusión; aquí tenemos elementos que funcionan,
ellos solos, tanto como ciencia ficción como de documental.
La cineasta no ofrece un mensaje moral sobre la invasión, de
hecho se puede decir que la película es quizá demasiado condescendiente con EEUU por soslayar la cuestión, y por cierta imagen alienada que se da del enemigo. Aunque
es cierto que este último defecto está al servicio del thriller y que la
condescendencia se debe más a un desinterés sobre el tema político. El punto de
enfoque se centra más bien en el efecto psicológico de la alerta constante
sobre los soldados desplazados allí. Para explicarnos la condiciones de tensión que sufren los soldados, no nos lo muestra sino que nos lo hace sentir. De esa manera también es más sencillo comprender sus consecuencias, y las reflexiones llegan desde dentro del espectador, sin demasiada contaminación.
Es un acierto que los actores no sean rostros demasiado
conocidos (y que precisamente los dos con más caché sean eliminados
sorprendentemente pronto). Esto refuerza la concepción realista del film. Su protagonista, Jeremy Renner, así como el resto, funcionan a la perfección.
El guión, precisamente cuando se aleja de su planteamiento
principal y busca una narración más clásica, con subtramas y golpes de efecto,
se convierte en previsible y vulgar. Valga el ejemplo de la muerte del
psicólogo. Lo que sí resulta interesante e incluso revelador, es que el niño
muerto finalmente ni siquiera sea el crío de los DVDs, eso corrige en cierto
modo una composición demasiado forzada del personaje.
Con algunos puntos menos trabajados en el guión, que son
defectos demasiado visibles, y con quizá demasiado metraje, esta película sigue
siendo una de las más interesantes del año, refrescante por sus propuestas
diferentes e innovadora en cuanto a su realización, sin perder el contacto con
el espectador.