Lo que podría haber sido una desternillante recopilación de orgasmos clitorianos de amas de casa inglesas aburridas o estresadas por su día a día en los ajetreados años ochenta del siglo XIX, es sin embargo una comedia amablemente divertida y ligeramente picarona, tan sutilmente científica que despierta carcajadas ante en contraste de una terapia seria y el efecto de sus pacientes, pero que se desinfla en emociones cada vez que la cámara escapa de la consulta.
Hay que destacar la primera escena del consultorio, dónde por un momento dudas de si realmente serán capaces de emular la estimulación del sexo femenino manualmente. No sin perplejidad se descubre cómo tras la estirada sociedad inglesa de la época, hierve en mismo deseo que en el resto del mundo y el tiempo. Ese es el momento más desternillante de la película, que dicho sea de paso, no sería justo tildarla de comedia romántica, aunque todo el mundo adivina tras la escena de la primera cena en familia, cuál de las dos hermanas será la princesa del cuento. Muchas Jane Austen en nuestras vidas.
El personaje de Rupert Everett es el complemento imprescindible en toda comedia tipo de este estilo, del amigo raro solucionador de problemas con una acertada y divertida frase en la boca siempre. Y Maggie Gyllenhall sigue demostrando como en el Caballero Oscuro o Secretary tener una fuerza arrolladora en la pantalla, pese a su delgadez extrema.
Muy recomendable aunque peque de un ritmo irregular. Y que pese a su discurso defensor de la mujer y sus libertades, no agrede a ninguna condición.