Robert De Niro dirigió hace ya algunos años Una historia del Bronx, una peliculilla pequeña y agradable donde se movía tranquilamente por las calles de su infancia y por las de su maestro, Martin Scorsese. Nada especial.
La verdadera primera prueba de fuego del De Niro director llega ahora, con su segundo título. Lo es por muchas razones. La primera y más importante es, desde luego, que aquí le llega el momento de demostrar si es un actor aficionado a dirigir de tanto en cuanto o si realmente pretende arrancar una carrera seria como realizador, después de sus años como estrella de la actuación.
Además, va a ser la primera película grande para De Niro. Grande en pretensiones (los comienzos de la CIA centran su argumento), en presupuesto y en reparto. Muchos nombres de relumbrón han otorgado su confianza a un De Niro que se reserva a sí mismo un rol secundario, seguramente bien interesante.
Entre esos nombres, además de los protagonistas que uno puede revisar en la ficha técnica que nos acompaña, figuran grandes como John Turturro, William Hurt o el resucitado Joe Pesci. No me extenderé en el apartado actoral; es un aspecto que ya destacaba mi compañero Super Mario en su tempranera precrítica. Realmente notable.
Todo esto complica el trabajo a De Niro: una historia real; una historia coral; una historia seguramente compleja... Intuyo muchos hilos que atar, muchas líneas que narrar. Tiene que confiar realmente en sí mismo y en su saber hacer para haberse metido en un berenjenal como este.
Todos sabemos que ha tenido buen maestro. Pero el haber aprendido bien la lección ya es cosa suya, únicamente suya.