Desengañémonos, a estas alturas,
Imanol Uribe no está para aportar una nueva mirada al cine
español. Fue, eso sí, un valioso elemento en los primeros pasos de este cine después de la transición, por lo menos hasta mediados
de los 90, con títulos clave como La muerte de Mikel o Días
contados. Sus últimos trabajos pecan de un acomodamiento que
parece ser el talón de Aquiles de los buenos directores españoles.
En un momento en que el público ha
perdido una sintonía con el cine español que, en parte, había
recuperado en años anteriores, optar por la enésima historia
guerracivilista, es decir, de rojos contra fachas, quizá no sea la
opción más inteligente, pues contribuye a instalar el tópico en la
población. Bien es cierto que el tema, aunque trillado de entrada, es tan válido como cualquier
otro y aquí, si nos fiamos de la intención, se ha buscado un mix de
géneros, especialmente el del thriller de acción, que relegarían
la eterna lucha antifascista a una posición de contexto, de marco
útil. Diría que ni tanto ni tan calvo, pero deberemos dar una
oportunidad a un buen artesano como Uribe. Puede que no contribuya ya
demasiado al avance de nuestro cine, como algunos componentes
refrescantes de la nueva generación, pero sabe lo que hace.
A su favor, algunos premios,
dirección para él, guionista novel para Remedios Crespo, y
una mención para la actriz Ángela Molina, en el festival de
Málaga de cine español. Además cuenta con un buen reparto. La
emergente Blanca Suárez, que ya tiene goya a actriz
revelación por La piel que habito, atención que esta chica promete;
el carismático Karra Elejalde en un papel que le va al pelo;
y uno de los mejores actores españoles, Eduard Fernández.
Veamos si el enfoque de género
compensa, miedo me da encontrarme una historia maniquea como La
voz dormida. Los americanos hace tiempo que dejaron de hacer esas
películas donde los nazis eran malos malísimos y los aliados héroes
valientes y admirables. A ver si aquí pasamos esa fase también.