Hirokazu Koreeda es uno de esos nombres que no suenan al gran público. Se trata de un director japonés que se ha ganado su prestigio a golpe de éxito tras éxito en los festivales de cine más prestigiosos del mundo. Si uno se fija en su estantería de premios se queda ojoplático. Dos participaciones en el festival de Cannes, premiado en Venecia y cuarta participación, con esta película, en el Festival de Cine de San Sebastián. Además de muchos premios en festivales menos conocidos.
Entre sus películas anteriores están After life, Nobody knows y, la más reciente, Still walking, una de esas películas tan pequeñas como grandes, tan delicadas, tan etérea y que, como el cine de Koreeda, encontró tantos amantes como detractores.
No estamos ante cine mainstream, hablamos de cine de festival, hablamos de tempos narrativos a los que el espectador, quizá menos inquieto en la búsqueda de nuevas fórmulas cinematográficas, no está tan acostumbrado.
En esta ocasión, Koreeda nos trae una historia protagonizada por dos niños, lo cual nos da idea de un tipo de cine más contemplativo, de la adopción de un punto de vista del mundo de los adultos más cercano a la materia de la fábula, quedando abierta la posibilidad de que lo real adquiera tintes fantasiosos. No se lleve nadie a engaño. La fantasía estará más en el concepto que en la apariencia.
Sin duda, uno de los platos fuertes del Zinemaldi 2011.