Hay de todo en Nine, aciertos y desaciertos. Esfuerzos, muchos; varios trastazos; y, por encima de todo, el lastre de varias de las fórmulas habituales del musical más clásico.
Vayamos por partes: No encuentro de salida, ni tras pensarlo y analizarlo, ese problema y divorcio entre el glamour y la estética de anuncio que anunciaba por ejemplo Hypnos en su precrítica. Una vez vista la película, percibo que ambos aspectos van de la mano y bien casados en el mismo lado de la balanza. Los problemas están, pues, en otra parte.
Para empezar, que estamos ante un musical que, salvo dos concretísimas excepciones, no presenta canciones memorables. Ni mucho menos. Be italian es un hit, un 10. Y el tema final que interpreta Daniel Day Lewis es otro sobresaliente.
Esta última canción además incorpora el único "numero musical" realmente moderno, interesantemente introspectivo y diferente, además de estéticamente brillante. El resto reproducen un concepto muy clásico, acertado pero sin nada nuevo que ofrecer. Nos los conocemos. Además, arrastrando el gran problema del musical (que en su día no lo fue pero hoy ya es inaceptable): la estructura de diálogo/escena musical/etcétera ad nauseam está marcadísima hasta el punto de que el espectador pronto comprende que vamos a asistir a un numerito por actriz, por personaje femenino. Ritmo algo enganchado, machacón.
En el lado positivo de la balanza encuentro que Marshall ha hecho el esfuerzo de encontrar un engarce anímico para la entrada de cada número. El error es que a menudo eso se limita a un "sutil" paso de lo dialogado a lo cantado, del escenario "real" al escenario "musical". En pocas secuencias el concepto de la canción como sub-sentido anímico real de la secuencia se respeta al 100%: es el ejemplo del primer número, interpretado por Day Lewis mientras, veramente, huye de la rueda de prensa de presentación de su película.
A nivel "metacine" puede haber varias bondades y aciertos, pero quedan algo ensombrecidos conociendo, como conocemos, que todos ellos provienen ya del original de Fellini, y sabiendo como sabemos que la profundidad del original apenas le permite a Nine acercarse ni a kilómetros, en este sentido.
Al final, uno se encuentra buenísimos momentos (el citado último tema musical cantado por Day Lewis en esa sala de proyección, con esa pantalla que él mismo desmonta) y con otros vergonzosos (la gratuita presencia de esa Kate Hudson con papada con un numerito que no aporta absolutamente nada). Por el camino nos da para descubrir que Penélope Cruz cuadra perfectamente como la vulgar y carnal amante de Guido; que Sophia Loren ya no puede ni mover un milímetro de su estiradísimo jeto, y que Nicole Kidman (¡horror!) prácticamente ídem pero con muchos años menos. Y que Marion Cotillard es una actriz como la copa de un pino.
¿Day Lewis? Muy bien, la verdad. Da con la estética y no falla. No palidece bajo la sombra de Mastroianni y eso, creedme, es mucha tela.