Basada en la novela de Sally Nichols, Ways to live forever, estamos ante una producción entre España e Reino Unido. Su director es Gustavo Ron, quien debutó en el cine con esa comedia tierna y divertida aunque con sus fallos de principiante que fue Mia Sarah. Ahora Ron cambia radicalmente de registro para dirigir este drama sobre un niño, del que también se ha encargado de adaptar el guión. Ha sido rodada en inglés y con actores británicos, lo que puede hacer volvernos a preguntar por qué tantos jóvenes directores tienen que salir de nuestras fronteras para llevar a cabo sus proyectos.
La premisa argumental es de principio ya desalentadora, de esas que piensas que vas a estar todo el rato con el moquillo colgando. Pero también es cierto que ciertos detalles de la trama como puede ser la tendencia resaltar la fantasía e imaginación del niño, pueden convertirla en un viaje aleccionador sobre la vida con un toque esperanzador. Este título me ha recordado a El erizo, que como pasara en aquella, la alegría y el dolor se entremezclaban sinuosamente con naturalidad y cierta belleza.
Espero calidez y cierta magia que Gustavo Ron ya demostró en su debut, pero mejorado por una historia más rica y profunda.