Lars von Trier lo ha vuelto a
hacer: una campaña brutal para convencer al público que iba a ver
una película excitante en el cine, y después ofrecer su producto
estrella: dolor, culpa, sordidez y otros lados oscuros. Por otra
parte, es lo que esperábamos los admiradores de esta mente enferma.
En cuanto a si la película es porno -un debate siempre agotador y
muchas veces estéril- habrá que decir que sí en cuanto a la
clasificación, cada vez menos acertada, que se refiere a la
existencia de sexo explícito y real; y habrá que decir que no, en
cuanto al criterio, también dudoso, de la intención de excitar al
espectador, que no está aquí especialmente buscada.
Me interesa más su relación con el
porno y el erotismo, que su etiquetado. En este sentido, veo
influencias claras en algunos capítulos. Por ejemplo, el grupo
feminista radical de sexualidad muy liberada, remite a la provocación
porno-política de extrema izquierda feminista de The Raspbeerry
Reich, de Bruce LaBruce, y más allá de ella en los precedentes
del porno pop de tiempos más revolucionarios.
El capítulo en el que Joe trabaja de
secretaria, se apoya claramente en tema y estética (fotografía,
vestuario...) en el cine erótico europeo de los 70, en la línea de
Historia de O. Un cine especialmente marcado por el aspecto
psicológico y la sutil transgresión de las convenciones sociales.
Vemos así una deliciosa lucha de humillación psicológica al otro,
en una batalla por conquistar el rol masculino dentro de una pareja
sostenida por sutiles gestos de dominación. Ella negando la
condición varonil de él; él reduciéndola a ella a un objeto de su
propiedad. Genial descubrimiento el de la exquisita Stacy Martin y una gran recuperación la del enérgico Shia LaBeouf.
Estos elementos de dominación y
sumisión se confirman en la bellísima historia polifónica, donde
el personaje del siempre efectivo Nicolas Bro, toma el rol de
amante sumiso que se excita en la adoración de su ama; mientras que
el amante tigre toma las riendas ya desde antes de entrar por la
puerta. Todo esto sin mayores repercusiones físicas, que obviamente
se reservan para el siguiente volumen. El tono psicológico, que
encierra también un evidente complejo de Electra y una madre puritana
y fría, se remarca con la escenificación de la clásica sesión de
diván, representada de forma alegórica con Charlotte Gainsbourg y Stellan Skarsgard. Ella buscando, más que una terapia, una
opinión "paterna" firme y severa. Ojo a la retranca antisionista de un rencoroso Lars von Trier.
Escenas de sexo excitante, pocas y
cortas. Lo que sí hay son elementos poco habituales en el cine
convencional. Pienso por ejemplo en como el personaje de LaBeouf
prepara su erección manualmente. Si en el cine son escasos los
penes, en general, lo es mucho más su uso explícito. En cualquier
caso, más allá de un marcado realismo en las ejecuciones sexuales,
que siempre es de agradecer, no es este el centro del interés del
autor, ni mucho menos, por más que la aplastante campaña de
promoción haya querido indicar lo contrario.
Donde no pierde oportunidad, Lars von
Trier, es en mostrar abiertamente sus capacidades estéticas. El
prólogo, bellísimo, entre triste y aterrador, con esa cámara
vagando por un espacio laberíntico y amenazador, entre la nieve y la
oscuridad. Más terror en el capítulo en blanco y negro, todo un
descenso a los infiernos dentro de ese hospital que bien podría ser
el de su serie The Kingdom. Los homenajes estéticos, como el
comentado al cine erótico europeo de los 70, tan afinado.
Narrativamente se recrea en el concepto
de fantasía sexual, donde lo sugerente es más poderoso que lo
verosímil. Así lo remarcan algunos de los personajes, poniendo en
duda la verosimilitud de la historia, en claros guiños al
espectador, con toda la desvergüenza de la que siempre hace gala von
Trier. Por otra parte, se muestra especialmente explícito y
explicativo, hasta la autoparodia (diagramas de puzles, operaciones
aritméticas, rebobinados didácticos, aclaraciones previas...) quizá
en una búsqueda de la esencia explícita y vulgarmente concesiva del
cine porno.
Habrá que ver la obra completa, pues
de momento solo se intuyen algunas cuestiones globales, pero de
momento, este primer volumen, aún siendo una obra partida, es una de
las películas más interesantes del año.