Crítica de la película Nymphomaniac Volumen I por Iñaki Ortiz

Lars von Trier sigue hablando del dolor y la culpa


5/5
26/12/2013

Crítica de Nymphomaniac Volumen I
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Lars von Trier lo ha vuelto a hacer: una campaña brutal para convencer al público que iba a ver una película excitante en el cine, y después ofrecer su producto estrella: dolor, culpa, sordidez y otros lados oscuros. Por otra parte, es lo que esperábamos los admiradores de esta mente enferma. En cuanto a si la película es porno -un debate siempre agotador y muchas veces estéril- habrá que decir que sí en cuanto a la clasificación, cada vez menos acertada, que se refiere a la existencia de sexo explícito y real; y habrá que decir que no, en cuanto al criterio, también dudoso, de la intención de excitar al espectador, que no está aquí especialmente buscada.

Me interesa más su relación con el porno y el erotismo, que su etiquetado. En este sentido, veo influencias claras en algunos capítulos. Por ejemplo, el grupo feminista radical de sexualidad muy liberada, remite a la provocación porno-política de extrema izquierda feminista de The Raspbeerry Reich, de Bruce LaBruce, y más allá de ella en los precedentes del porno pop de tiempos más revolucionarios.

El capítulo en el que Joe trabaja de secretaria, se apoya claramente en tema y estética (fotografía, vestuario...) en el cine erótico europeo de los 70, en la línea de Historia de O. Un cine especialmente marcado por el aspecto psicológico y la sutil transgresión de las convenciones sociales. Vemos así una deliciosa lucha de humillación psicológica al otro, en una batalla por conquistar el rol masculino dentro de una pareja sostenida por sutiles gestos de dominación. Ella negando la condición varonil de él; él reduciéndola a ella a un objeto de su propiedad. Genial descubrimiento el de la exquisita Stacy Martin y una gran recuperación la del enérgico Shia LaBeouf.

Polifonía

Estos elementos de dominación y sumisión se confirman en la bellísima historia polifónica, donde el personaje del siempre efectivo Nicolas Bro, toma el rol de amante sumiso que se excita en la adoración de su ama; mientras que el amante tigre toma las riendas ya desde antes de entrar por la puerta. Todo esto sin mayores repercusiones físicas, que obviamente se reservan para el siguiente volumen. El tono psicológico, que encierra también un evidente complejo de Electra y una madre puritana y fría, se remarca con la escenificación de la clásica sesión de diván, representada de forma alegórica con Charlotte Gainsbourg y Stellan Skarsgard. Ella buscando, más que una terapia, una opinión "paterna" firme y severa. Ojo a la retranca antisionista de un rencoroso Lars von Trier.

Escenas de sexo excitante, pocas y cortas. Lo que sí hay son elementos poco habituales en el cine convencional. Pienso por ejemplo en como el personaje de LaBeouf prepara su erección manualmente. Si en el cine son escasos los penes, en general, lo es mucho más su uso explícito. En cualquier caso, más allá de un marcado realismo en las ejecuciones sexuales, que siempre es de agradecer, no es este el centro del interés del autor, ni mucho menos, por más que la aplastante campaña de promoción haya querido indicar lo contrario.

Donde no pierde oportunidad, Lars von Trier, es en mostrar abiertamente sus capacidades estéticas. El prólogo, bellísimo, entre triste y aterrador, con esa cámara vagando por un espacio laberíntico y amenazador, entre la nieve y la oscuridad. Más terror en el capítulo en blanco y negro, todo un descenso a los infiernos dentro de ese hospital que bien podría ser el de su serie The Kingdom. Los homenajes estéticos, como el comentado al cine erótico europeo de los 70, tan afinado.

Narrativamente se recrea en el concepto de fantasía sexual, donde lo sugerente es más poderoso que lo verosímil. Así lo remarcan algunos de los personajes, poniendo en duda la verosimilitud de la historia, en claros guiños al espectador, con toda la desvergüenza de la que siempre hace gala von Trier. Por otra parte, se muestra especialmente explícito y explicativo, hasta la autoparodia (diagramas de puzles, operaciones aritméticas, rebobinados didácticos, aclaraciones previas...) quizá en una búsqueda de la esencia explícita y vulgarmente concesiva del cine porno.

Habrá que ver la obra completa, pues de momento solo se intuyen algunas cuestiones globales, pero de momento, este primer volumen, aún siendo una obra partida, es una de las películas más interesantes del año.



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