No va a ser un documental al uso, entretenido o curioso, va a ser difícil y profundo. Sus dos caras, por un lado la muestra de un personaje que a muchos ya se les escapa en la memoria, y por otro la crítica o al menos muestra de una realidad con problema desde hace tiempo, la reinserción de los enfermos mentales. Sin querer dar pistas del asesinato que cometió Andrés Rabadán, sí que puedo decir que es sencillamente ideal, en su sentido más reforzador del contenido narrativo, para interiorizar en ese mundo que no queremos ver.
A causa de unos dibujos hechos arte del condenado que visualizó el director, el interés por el personaje y más tarde por la persona obligaron a las páginas de un guión a escabar con pasión hacia un lugar que existe ahora en la mente del reo, pero que sorprendentemente puede darnos sopresas a medida que se adentre en el ser que existe ahora y no entonces. Por tanto, un cierto misterio, un poco de narración, un bastante de reflexión y un juego con el espectador provocan a este documental haciéndolo salir de lo normal para adentrarse en un mundo quizás más especial. Desde el año 2000 está el proyecto en marcha, y con eso digo bastante.
Una oferta que no hay que perder. Un ejemplo de cuando un documental elige objetivos lo suficientemente interesantes como para ser entretenidos, mostradores, escaparates y a la vez un misterio que hace reflexionar sobre una realidad que no se puede forzar con un simple FIN de rótulo de fin.