El director danés, precursor de aquel cine tan bien intencionado pero corto de salud llamado cine Dogma, con carta y todo, retorna para entrar esta vez sí en la cartelera, novedad teniendo en cuenta que otros trabajos ni han conseguido entrar en las salas, con una historia de título metafórico, que nadie piense que se trata de un valeroso pescador con gersey de cuello alto y todo.
Lo que nos ofrece este film no es para nada Dogma, al contrario, nos ofrece cabeza fría y buen hacer, guión incrustado en horas de pensamiento en escritorio y una cuidada estética para un film trabajado y profundo que trata de irrumpir con fuerza en el espectador. El drama, llevada a la modernez de las situaciones y necesidades de un espectáculo visual que con el género ha cambiado.
A lomos de la trágica manera de ver las cosas en cuanto a la propia consciencia del cine, este director puede ofrecernos un abanico superior si ha madurado en algunos de sus postulados sin perder de vista la soberbia de las intenciones, el descaro de un hombre lleno de ganas solo que ahora con control y al servicio también, y digo también, de la técnica. Con ese poso de sinceridad cinematográfica y universalidad de espectador, puede que este film sorprenda a propios y a extraños, consensuando una manera de hacer que no inventa pero que redondea.