Liverpool no es ni mucho menos una película cómoda, la lentitud de sus momentos y la quietud de su cámara no eran un secreto, por esto, no existen excusas, o te apasiona su ritmo y propuesta o desfacheces en el intento.
Se agradece el directo llegar de los sopapos conceptuales del film, la inmediata caída de planos agotados con personaje agotado. La presentación de un personaje perdido y retirado del mundo, física y emocionalmente, nos agarrota en el sillón, sin aburrir, observando detenidamente.
Se agradece el sentir de escape para nosotros en el viaje perdido que en realidad es un encierro aún mayor para la soledad del personaje central. La burla del título, en forma de llavero lejano, de ideas y oportunidades, reflejo de un ser humano que existe y que subsiste, lejos de un cine demasiado occidentalizado donde a veces tenemos el modelo perfecto de un arquetipo muy poco auténtico.
No se trata de una película sino de un posar de olvidos y nostalgia, no se trata de una reflexión sino de una muestra, no se trata de un éxito sino de un compromiso artístico, no se trata de tantas y tantas cosas y se trata de una, del ser humano, con todo lo que conlleva él en sí mismo.