Fue una pena demostrar que los chistes en soledad a veces son menos chistes, porque la sala estaba muy vacía, y es difícil que entre tres parejas se levante al silencio a base de carcajadas aisladas. La risa lleva a la risa, y en aquellos lugares en donde el aforo fuera mejor seguro que esta película entró de lleno haciendo bonito el ejercicio de animar una línea de butacas con la ligereza sana de esta película.
Sencilla, menor, entusiasta y hasta inocente, pero siendo siempre una película redonda, en conjunto, agradable y llena, que demuestra a cada momento que no es tan difícil agradar en la pantalla, que no es lo mismo que atraer a la pantalla. Es una película sin más, pensada, jugando sus bazas, conocedora de sus elementos y sin disimular sus defectos, mandando mensajes y defendiendo un ser humano que mira y no simplemente ve.
Los dos actores principales funcionan siempre bien en frases hilarantes, Javier Cámara (Los girasoles ciegos) y Gonzalo de Castro (La torre de Suso), dos artistas de los personajes absurdos y cautivos de la torpeza, llevándose consigo la fijación de un espectador que en tan solo diez minutos ha olvidado que se estaba pensando ir a ver aquella del ataque extraterrestre a la tierra. Debería de existir más este cine, nada prefabricado, tampoco excelente, pero desde luego sano y grato, y por qué no…Tom Fernández, te volveré a ver, volveré a ver tu cine.