El romanticismo potable que pretende ofrecer esta película de corte independiente, o a medio camino, es lo primero que me gustaría destacar de una película que debería de ser elegida propiamente, más que ir a verla por ver algo. Soportar el amor y el desamor en el cine, hay que hacerlo conscientemente, sabiendo que entras a ello.
En este caso el tono no demasiado pastel de su propuesta, a modo de muestra de momentos, de que lacrimosa acción fílmica, anima a mis entrañas a dejarse llevar por una historia de amor más pero contada con ganas de no entrar en lo sencillo.
La pareja perfecta se podría decir, viaja en la película de la mano de Ryan Gosling y Michelle Williams, dos actores que al parecer han ofrecido algo más que cuatro textos y se han lanzado a ofertar su acción como profesionales nutriendo a los personajes y a las escenas de algo de potencia verosímil.
Flashbacks separados técnicamente del presente, escenas tiernas y escenas duras, querer y no querer y la filosofía propia del amor que se apaga en una película soportable y hasta en momentos agradable, eso espero, por encima de la media en temática rosa.