Comentaba mi compañero Rómulo y Remo que quizá el gran problema de Michael Winterbottom era que le daba a demasiados palos, pero fijaros por dónde que quizá sea lo que más me atrae de él.
Hace un par de años leía una reseña de Eduardo Torres Dulce sobre Brokeback Mountain de Ang Lee. En ella decía que Ang Lee era un director interesante al que le fallaba lo mismo: su eclecticismo. En otras palabras, que dado que sus películas variaban mucho, ello mismo le hacía no generar un poso, una especie de herencia común que le provocaba hacer películas imperfectas.
Sinceramente, a la vista de ejemplos de cineastas que están muriendo un poco de repeticiones como Woody Allen, del que no soporté Scoop -la enésima versión pésima de su cine-, o como Tim Burton.
Me gusta Winterbottom, un director que lo mismo firma con brío un documental como Camino a Guantánamo, que realiza una obra tan postpost como A cock and a bull story, que se adentra en la scifi con Código 46, que retrata el espíritu de Manchester con 24 hours party people, que pone música o imagen de soft porno a música con Nine songs o que se enfrenta al conflicto de Yugoslavia con Welcome to Sarajevo.
Y me gusta, sobre todo, porque se acerca a todos los géneros con visión de autor, y no de género, y eso hace que sus películas tengan siempre interés.
En esta ocasión nos trae a una Angelina Jolie casi de Óscar, en una película que me imagino mantendrá su buen pulso narrativo y su cámara movida. Esta película en manos de cualquier otro me daría pavor, pero el todoterreno Winterbottom me da seguridad en terrenos limosos.
Quizá le achaquemos que la película terminará siendo enrevesada, o que está al servicio del lucimiento del mensaje de y de la Jolie, pero seguro que se nos graba en algún lugar de la memoria con un poso efectivo.
Para los que gusten de películas que conmueven. Desde luego, ésta es una de esas que hay que dejar caer en conversaciones con compañeros de ONG.