Una historia desnaturalizada; un guión que amaga ir en muchas direcciones y no acaba yendo en ninguna; momentos que hemos visto mejor filmados en otras películas; actores sin carisma, con especial mención a la lamentable y sonrojante actuación del impasible Clive Owen; una dirección sin empuje, sin novedad y hastiándose en sí misma; un taquillazo de verano donde no se ve demasiado el dinero y con gazapos tan claros como que durante quince minutos en la nieve a ningún personaje se le va echando vaho por la boca; una música que se copia a sí misma cuando aderezaba las andanzas del Gladiador y que hace guiños a la Trilogía del Anillo; un Merlin autoparodiado; una amistad, la de Arturo y Lancelot, perdida en el afán por recrear lo que las últimas investigaciones arqueológicas han descubierto; unas ganas de hacer un producto de esos de épica de novelas de Estefanía que tan buenos resultados da en taquilla...
En definitiva, unos desalmados que no tienen la más mínima vergüenza para DESTROZAR la historia del Rey Arturo. Señores de Hollywood, ¿de verdad se creen que con el rótulo inicial atinente a los recientes descubrimientos arqueológicos, les voy a firmar un cheque en blanco de DEMOLICIÓN?
Mi respuesta es un categórico NO. Si la imaginación hace ya tiempo que pasó a conservarse en formol en la colina del Sueño Americano, al menos tengan la decencia de no mirar a Europa para destrozar una y otra vez sus mitos y leyendas.