Crítica de la película Paris, je t'aime por Iñaki Ortiz

Cuando, hace ya varios meses, me disponía a escribir la precrítica de esta película me di cuenta de que era casi imposible, tenía que ser un documento hablando un poco en detalle sobre cada uno de los episodios. Ahora, al escribir la postcrítica veo que sigue existiendo el mismo problema y que existe la misma necesidad. Pero para ello hará falta tener la película en un formato doméstico, claro, para examinarla con detenimiento. Prometo para entonces volver a realizar un documento. Hasta ese momento tendréis que conformaros con este texto tan general.

Encandilado.

Si cuando salí de “Copying Beethoven” sentía unas ganas internas de realizar una obra maestra en cualquier disciplina artística, de Paris vuelvo más enamorado que nunca, con una sensación interior placentera. Me gusta vivir el cine.

La peor de estas historias es buena. La mejor de estas historias es maravillosa. No sabría elegir una y otra. Entre las mejores sitúo el episodio del herido o el del ciego, también el de la mujer terminal, o el de la turista cartera americana. No sabría decir si la historia de los orientales es pésima o mi favorita. Tendré que verla de nuevo.

“Paris je t’aime” es toda una lección de cómo se puede contar una historia en seis minutos. Una lección que vendría muy bien a esa gente, especialmente aquí en el festival, que te cuelan hora y media con enormes espacios muertos y ritmo insufrible. La verdad es que parece que Oliveira hubiera querido hacer uno de los capítulos de la película con su “Belle toujours” y como no le dejaron decidió decuplicar su duración presentándola como largo. La mayoría de estas historias nos cuentan mucho en ese tiempo tan limitado, y muchas de ellas sin necesidad de mantener un ritmo acelerado, sólo con una escena de la que se desprende mucho más.

Una verdadera muestra de estilo de cada uno, donde Cuarón no ha podido evitar colar su plano secuencia, que vistos los de “Hijos de los hombres” ya no impacta, aunque sigue siendo increíble ver como se mueve por una calle transitada y termina en ese plano fijo (que es el mismo plano claro) con toda la calle al fondo. Coixet habla de sus pequeñas cosas, los pintalabios que no usaba, el chaquetón rojo, etc. Para contarnos una vez más la historia de una enferma terminal, sin hacer drama esta vez. Salles muestra una cámara más social. Los Coen comienzan con ese estupendo plano del metro en el que Buscemi entra en primer término. Assayas nos cuenta una historia de drogas con su estilo callejero. Gus Vas Sant hace correr a sus protagonista por las calles y quizá nos traiga la fotografía más gris (hablo de colores, no gris en el mal sentido). Wes Craven tiene que situarnos en un cementerio hasta para hablarnos de una pareja. Sorprendente, vampírico y espectacular Natali. Payne con su tono de comedia nos regala una historia impecable.

En fin, resumiendo, una experiencia exquisita que espero volver a disfrutar cuanto antes.