Aquí están de nuevo los Wachowski, esos tipos que -para algunos- tanto prometían y que, cada vez más, demuestran que en poco se van a quedar. Andy y Larry, que más suena a pareja cómica que a dúo de garantías, nos vienen ahora con la adaptación al cine de esta teleserie nipona, llena de colorido y velocidad.
Es un producto muy poco fiable, la verdad. Como anime ligero para un público despistado e infantil puede tener su sentido; como título cinematográfico firmado por dos tipos que en su momento pretendían comerse el mundo no tiene explicación. ¿A dónde quieren llegar? La respuesta, a estas alturas, debe ser la habitual: se conforman con ganar una buena pasta en taquilla, y listo.
Eso sí, el apellido Wachowski es al menos un apellido conocido, y cuando menos les ha servido para enrolar en el proyecto a varios actores de cierto prestigio: John Goodman me encanta, es un secundario impagable, si bien es cierto que suele funcionar en las manos adecuadas (ejemplo clarísimo: los Coen). Susan Sarandon hace tiempo que no hace nada interesante, pero aportará algo de presencia a su personaje. Y Christina Ricci es Christina Ricci: pequeñita, extraña, fascinante a menudo, desperdiciada muchas veces... Ella es así.
De protagonista, por cierto, Emile Hirsch, que a la mayoría le sonará lo mismo que una sonata de Isaye, pero que pronto empezará a darse a conocer. Fue también protagonista de la reciente Hacia rutas salvajes, de Sean Penn. Lástima que aquí tendrá poco que rascar.
Conociendo la querencia de los Wachowski por convertir a los efectos especiales en protagonista de sus películas, y su aversión profunda por los planos que duren más de medio segundo, sólo me espero un batiburrillo de luces, colores chillones y acción embarullada. Nada interesante.