Andreas Dresen ha conseguido plasmar la pasión entre dos personas maduras con naturalidad, sin remilgos de enseñar arrugas, ni la necesidad de mostrar sexo artificialmente adornado. Puede parecer fría en su planteamiento y sobre todo, chocante, porque no estamos acostumbrados a escenas tan naturales y menos con personajes entrados en años..
Directa, saltando de unos pasajes a otros sin mostrar los preámbulos, con escenas marcadas como por una extraña pauta de hecho y consecuencia, nos cuenta una historia que bien podría pasarle a cualquiera y como queda bien demostrado, en cualquier momento de sus vidas.
Dresen ha sido capaz de con mucha intimidad en gestos y miradas, de evocar la pasión, la duda y el remordimiento, mostrándonos una visión diferente sobre el amor, sin tapujos, con sencillez y espontaneidad.
Toda una experiencia, reafirmada por unas magníficas interpretaciones del triangulo amoroso, de las cuales es inevitable destacar el personaje de Ursula Werner como Inge. Todo un lujo y una oportunidad entre pocas de ver algo distinto.