Es sorprendente como dos novatos en la dirección pueden crear con tan poquitos medios, una película agradable de ver, que con sus fallos, es entretenida y sobre todo, que no pretende parecer mas de lo que es.
Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña, como dos prestidigitadores, juegan a enseñar lo mínimo como en un buen truco de magia. Lo podremos haber visto cientos de veces, pero con alguna innovación, acaban por captar tu atención. Quizás sepas como terminará el truco, pero en ningún momento te apetece quitar la vista de la pantalla.
Los personajes, cuatro matemáticos a priori desconocidos entre si, van descubriendo por medio de un guión bastante logrado y sin demasiadas cosas sacadas de la manga, que en realidad están todos conectados y que la tela de araña se irá tejiendo poco a poco hasta mostrar la trampa final. Es agradable como la sensación de angustia se deja notar.
Bien es cierto que Alejo Sauras no ayuda a mantener ese fino hilo que nos mantiene metidos en la trama. Aparece bastante estridente y exagerado en muchísimos momentos. Algo que perece que se le pega a Federico Luppi. En cambio Lluis Homar y Santi Millán están muy consecuentes con sus papeles, sobre todo el segundo, al que me ha gustado ver en ese tono alicaído y deprimente, alejado de su cara cómica más conocida.
Los amantes de los acertijos, podrán disfrutar como niños, ante esa catarata de enigmas que ocupa gran parte de la cinta. De incalculable valor, ese guiño que se hace a Dentro del Laberinto, con esa adivinanza que implica a dos personajes de los cuales uno siempre dice la verdad, y el otro miente. He de reconocer, que ahí se han ganado mi corazoncito.
Con humildad e inteligencia, se pueden hacer gratas sorpresas como esta, que siguen haciendo respirar al cine español. Interesante, fresca y atrevida, que en estos días oscuros, no está nada mal.