Es de agradecer que esta película contenga unas imágenes de un impacto visual muy sugerente. Es de agradecer esa magia que flota en el aire como las moscas lo hacen alrededor de uno de los protagonistas. Sí, es una suerte, porque si no, este guión se habría quedado muy pobre, y es que básicamente nos cuenta lo de siempre.
Una mujer que regresa y se enfrenta a su pasado lleno de secretos y todos esos puntos tan propios de un drama de festival. Por sí sola, la historia carece completamente de interés. Ahora bien, la imagen de la ciudad enterrada, metáfora evidente del pasado que está también enterrado, hace de esta una película especial. Escarbar y entrar al hotel Paraíso, como si fuera una caverna recién descubierta. Caer en una tumba y que su lápida sea el extremo de la guitarra, como si estuviera tocando desde el más allá (y las moscas merodean hasta que deciden irse).
Todo un universo sugerente, muy visual, que nos descubre a una directora muy capaz de realizar obras interesantes, habrá que estar atento. Es una lástima que caiga en escenas tan tópicas como la de la tormenta. Las hojas volando por el aire, el temporal que imita las emociones de los personajes. Son todos unos recursos tan evidentes y tan gastados que no son propios de una película de calidad. Al menos la imagen del pueblo enterrado es evidente pero muy poderosa.
Unos buenos intérpretes, especialmente Barbara Hershey, y una factura general muy aceptable. Bellos encuadres, ya no solo los de la arena sino otros más sencillos como el del autobús averiado o el cartel que indica la dirección del pueblo. Un ambiente mágico general, apoyado por la utilización inteligente de elementos exóticos y chocantes como las avestruces y la caracterización casi caricaturesca de los personajes (el sombrero, las muletas, la gorra y los catalejos…).
Para la próxima, un guión menos tópico.