La película es una fotografía de dentro hacia fuera del problema de la zona en aquellos años, recorriendo las necesidades de un buen hombre a base de ejercicios de raciocinio que son provocados por las consecuencias de ser amigo del judío. Interesante postura y elegancia a la hora de introducirnos en un mundo desconocido, poco experimentado, de forma de vida, de maneras de creer y reaccionar ante la adverisidad.
Esa primera parte de la película, muy bien colocada y jugando en sí misma, nos va metiendo en la historia que ni resulta incómoda ni lenta, al revés necesaria y fuerte, pero eso sí traquila. A medida que se nos van añadiendo pistas para el resto de la historia, personajes en forma de ángel, las medidas se vuelven más contundentes y el film, de cámara sencilla pero que no pierde detalle de cuanto acontece, se cierne poco a poco en la generalidad del problema a través de nuestros queridos personajes.
Un acierto con mayúsculas, un seguro de vida para la moraleja, una eficiente manera de entretener para más tarde denunciar y dramatizar sin alardes pero con criterio. Una película muy llena, aunque sin demasiados escenarios, que se crea a sí misma y que crece hasta la agonía final que se muestra tal y como es, cruda.