Dread cae en un
error habitual, estirar el argumento para alcanzar el metraje suficiente. Al
tratarse de un relato corto el material original, se queda muy lejos de lo
necesario para ser un largometraje. Esto hace que la película se divida de un
modo bastante claro en dos partes diferenciadas, donde cada una de ellas tiene
defectos y virtudes.
La primera parte se reconoce fácilmente como relleno para
retardar la acción. Le cuesta entrar y eso hace que cuando llegar la parte
importante el espectador pueda estar ya un poco fuera. Por otro lado, es una
parte correcta, coherente, que juega sus cartas lo mejor que puede. La
presentación de personajes es normalita, no molesta demasiado. Su verdadero
problema, como digo, es que dilata demasiado el desarrollo y termina por
importar poco lo que puede hacer el nuevo villano a esas alturas de la
película.
Y eso nos lleva a la segunda parte, donde la película ofrece
su mayor rudeza, ciertas dosis de crueldad y sadismo que remiten a la saga Saw en versión light. Aquí hay elementos
que funcionan, como el chuletón, pero incompresiblemente, lo que había sido una
realización correcta, se vuelve disparatada, con unas elecciones formales
absurdas, de repente parecen multiplicarse las cámaras y el poder del personaje
se vuelve desmesurado. ¿No existe policía en este universo? Las situaciones
absurdas, como la del sordo, se suceden en un tour de forcé final que llega
tarde y mal.
Un desperdicio de buena factura técnica.